Lo que les traigo a continuación es uno de los pocos discursos importantes sobre el mundo de los cómic. Fue dado por Frank Miller que sin importar si les gusta o no su trabajo, que si les importa o no su filosofía deben reconocer que Miller es de las personas mas francas y directas que existen. Este dicurso que destapó verdades y corrigió mentiras en torno a personajes memorables e importantes como Jack Kirby o Dennis O´neill.
Este discurso que nos recuerda que la situación de los derechos de autor en el mundo de cómic no sucedió de la noche a la mañana sino que fue una dificil lucha... ganaron, espero. Este discuro que sin importar que tenga mas de una década se mantiene actual y trascendental. Este discurso quizás es lo mejor que vas a leer en este feucho blog. Con ustedes frikis y guapas chicas que leen cómic el señor Frank Miller.
Este discurso que nos recuerda que la situación de los derechos de autor en el mundo de cómic no sucedió de la noche a la mañana sino que fue una dificil lucha... ganaron, espero. Este discuro que sin importar que tenga mas de una década se mantiene actual y trascendental. Este discurso quizás es lo mejor que vas a leer en este feucho blog. Con ustedes frikis y guapas chicas que leen cómic el señor Frank Miller.
Titulo original: Discurso de apertura por Frank Miller para el seminario de minoristas distribuidores de cómic Diamond 12 de Junio de 1994.
He recibido un montón de peticiones de lectores que han oído hablar de los que viene a continuación y que les gustaría leerlo. Mi discurso provoco cierto alboroto… y dio pie a ciertas exageraciones y a unas cuentas mentiras por parte de la gente a la que no le gustó. Esta transcripción incluye todas mis morcillas –que fueron muchas- y solo esta ligeramente retocada para eliminar frases redundantes.
Permítanme explicarles la situación: la sala era gigantesca. En ella se encontraban alrededor de 3.000 profesionales de los cómics, sobre todo libreros especializados, pero también representantes de casi todas las grandes editoriales y docenas de guionistas y dibujantes.
Tras una generosa introducción de Steve Geppi, jefe de la distribuidora Diamond Cómics, subí al podio con el corazón en la garganta…
Déjenme empezar pidiendo que se unan a mí para honrar la memoria de dos grandes hombres. Soy lo bastante sentimental como para pediros que os pongáis en pie para hacerlo. Por favor, un aplauso para el mejor amigo que nunca hayan tenido los cómics: el Sr. Don Thompson.
Y otro aplauso –mayor si es posible, quiero que esta vez tiemblen las paredes: para el mayor dibujante de la historia de los cómics, el Sr. Jack Kirby.
Bien, es una sala muy grande, pero creo que lo que han conseguido. Las paredes han temblado por Jack, como lo hubieran hecho en una de sus páginas
Con la muerte de Jack Kirby termina una era. A los que nos dedicamos a esto, nos gusta utilizar la palabra “era”. Y se nos ha ocurrido media docena de nombres en la última docena de años. Pero una era muy importante ha llegado a su fin y, tengo que decirlo, no la llamaré la Era Marvel de los Cómics, porque lo mío no es recompensar el robo. La llamaré la Era Jack Kirby de los Cómic.
Al decir esto, no quiero menospreciar el increíble trabajo de Stan Lee, Steve Ditko y muchos otros. También estamos en deuda con ello. Pero fue Jack Kirby quien definió el estilo y el método de todos los dibujantes que vinieron detrás. Hay un “Antes de Kirby” y un “Después de Kirby”. Una era no se parece a la otra.
El rey ha muerto. Y no hay sucesor al título, Nunca habrá nadie igual.
Y hoy tendríamos que honrar a muchos otros. Muchos. Demasiados. Los cómic tienen suficiente edad como para que hayamos perdido a la generación que dio forma al arte y la industria que homenajeamos esta noche. Nos legaron su ejemplo de los mejor que tiene nuestro pequeño y extraño rincón en el arte y la industria: su amor por los cómics.
La mayoría de ustedes y yo hemos sentido ese amor toda la vida. Y a nuestras familias, nuestros compañeros de colegio y simples conocidos les parece un poco antinatural ¿verdad? Siempre les ha sonado un poco raro ¿verdad?
Aguantad un rato. Mientras les hablo de Frankie Markham y de cómo me enamoré de los cómics.
Cuando estaba en el colegio, yo era un chico flacucho, la clase de chico que crece demasiado deprisa y se cae demasiado a menudo jugando a béisbol. Frankie Markham era mi Némesis. Frankie Markham era grande, malo y feo, y varios años mayor que yo. Un duro chico de campo, un matón. Debía de tener unos doce años. Ya saben a lo que me refiero. Un adulto.
Yo empecé queriendo ser Superboy. Mi madre fue tan amable como para hacerme un traje de Superboy y yo solía llevarlo debajo de la ropa de colegio. Solo me atrevo a reconocerlo ante un público como el de hoy.
Hasta que llegó el día en que tuve que dejar de ser Superboy. Fue el día en que Frankie Markham me abofeteo y le dio una paliza a mi amigo Craig. Le pegó tan fuerte que le arrancó su aparato de los dientes. Craig no paraba de sangrar y yo lloraba como un niño. Era lo único que podía hacer: llorar como un niño.
Había destrozado mi fantasía. Superboy hubiera aplastado a Frankie Markham o, como mínimo, hubiera utilizado su visión calorífica. Supe que ya no podía ser Superboy. Era el momento de crecer y crecí. Con un punto de vista nuevo, pragmático, hice lo más realista. Lo maduro. Lo adulto. Decidí que era Spiderman.
Spiderman también tenía problemas con los matones. Éstos le dejaban en ridículo delante de las chicas. Le insultaban. Pero él lo aguantaba todo, guardando el secreto de su increíble poder. Aguantaba y aguantaba, como yo. Aguantaba y aguantaba, hasta que…
Y ahora, llega el clímax de mi relato. Al menos eso me gustaría. Me encantaría decir que fui dando patadas al culo de Frankie Markham desde Vermont hasta Wisconsin, pero nunca lo hice. Nunca peleé con Frankie Markham y, de haberlo hecho, había perdido. Pero aprendí a enfrentarme a bravucones con mis puños y mi ingenio. Y Spiderman me ayudó. Gané valor, aprendí a controlar mis brazos y mis piernas, y me enfrenté a ellos. Así conseguí ganarme el respeto de Frankie Markham.
Y Spiderman me ayudó.
Años después volví a ver a Frankie Markham. Iba conduciendo mi propio coche, así que debía tener 17 años por lo menos. Conducía por una carretera secundaria de Vermont y allí estaba él, haciendo autostop. Lo recogí y lo volví a dejar en alguna otra carretera secundaria. En el camino, comentó que le habían dicho que me trasladaba a Nueva York y que quería convertirme en dibujante de cómic. Opinaba que era genial.
Bajó de mi coche y vi como se alejaba. Vi a Frankie Markham alejarse carretera abajo. Mi antiguo Némesis. De repente, me pareció pequeño y triste. A veces, aunque no muy a menudo, me pregunto que habrá sido de Frankie Markham.
Los cómics siempre han sido desesperadamente importantes para mí. Como refugio. Como inspiración. Como vehículo de mis fantasías. Como profesión. Sé que no soy el único, y menos en esta sala, en amar a los cómics por lo que son y lo que pueden hacer. Es ese amor el que creó esta industria.
Jack Kirby fue el mejor y más genial de una generación que puso tanto amor en sus páginas, que toda la industria creció en torno a él. Fue una generación sorprendente. Una generación épica ¡Cuando piensas en lo que llegaron a hacer…! Se abrieron paso durante la Gran Depresión. Este mismo mes estamos celebrando cómo desembarcaron en las playas de Normandía, derrotaron a Hitler y, casi literalmente, salvaron al mundo. Y en el camino, gracias a su generosidad, nos dieron los cómics.
Y ahora, tengo la suerte de ser una parte lo suficientemente importante de este juego, como para que me inviten a hablaros del futuro de los cómics. Y lo haré. Pero no se puede hablar del futuro de los cómics sin mirar al pasado. No hay forma de comprender adecuadamente donde estamos y hacia dónde nos dirigimos sin mirar de dónde venimos… y la historia está tan oculta por malas interpretaciones y francas mentiras, que quiero aclarar unas cuantas para que podamos entender bien las cosas.
La historia ha sido escrita por nuestro villanos demasiadas veces. Es muy importante que tengamos esto en mente porque, hasta hace muy poco, todo lo que había de bueno en los cómics lo era a pesar de las reglas del juego, no gracias a ellas. Hombres como Jack Kirby, Joe Shuster, Jerry Siegel, Wallace Wood y Steve Ditko, pusieron tanto amor en sus páginas, tanta alegría en nuestras vidas y tanto dinero en nuestras cuentas corrientes, que es fácil olvidar, demasiado fácil olvidar que fueron tratados de manera vergonzosa.
La nuestra es una historia triste y lamentable. Tenemos que tenerla muy presente en esta sal. Es una historia llena de vidas truncadas. De suicidios. De grandes talentos tratados como galeotes. Talentos a los que se le negó la autoría de lo que crearon con sus mentes y sus manos. Olvidados o tratados como algo molesto, mientras sus creaciones producían millones y millones de dólares.
Y, a pesar de todo eso, la industria se mantuvo viva por amor.
El amor que pusieron en cada página. Algo muy poderoso.
Debemos honrar a nuestros muertos y comprender nuestra historia. No podemos avanzar sin ver claramente de dónde venimos.
Malas interpretaciones. Francas mentiras.
Malas interpretaciones. Esto es así. Y nos ha costado caro. Los temibles años 50. Fredric Wertham. El mundo exterior.
Parece que no hay semana en la no me siente con mi Comic Buyer´s Guide y lea que alguien, en algún lugar, se queja amargamente del todopoderoso mundo exterior y advierta que nuestras aventuras se vuelven más peligrosas. Nadie nos persigue expresamente, pero hay un cierto olor a censura en el aire ¿verdad? Se ha armado mucho jaleo sobre Janet Reno, y Paul Simon, y Beavis & Butt-Head, ¿verdad? Y sabemos lo que pasó la última vez, ¿verdad? En los años 50, con Fredric Wertham y las audiencias del senado. Nos pararon los pies, ¿verdad?
Permítanme explicarles la situación: la sala era gigantesca. En ella se encontraban alrededor de 3.000 profesionales de los cómics, sobre todo libreros especializados, pero también representantes de casi todas las grandes editoriales y docenas de guionistas y dibujantes.
Tras una generosa introducción de Steve Geppi, jefe de la distribuidora Diamond Cómics, subí al podio con el corazón en la garganta…
Déjenme empezar pidiendo que se unan a mí para honrar la memoria de dos grandes hombres. Soy lo bastante sentimental como para pediros que os pongáis en pie para hacerlo. Por favor, un aplauso para el mejor amigo que nunca hayan tenido los cómics: el Sr. Don Thompson.
Y otro aplauso –mayor si es posible, quiero que esta vez tiemblen las paredes: para el mayor dibujante de la historia de los cómics, el Sr. Jack Kirby.
Bien, es una sala muy grande, pero creo que lo que han conseguido. Las paredes han temblado por Jack, como lo hubieran hecho en una de sus páginas
Con la muerte de Jack Kirby termina una era. A los que nos dedicamos a esto, nos gusta utilizar la palabra “era”. Y se nos ha ocurrido media docena de nombres en la última docena de años. Pero una era muy importante ha llegado a su fin y, tengo que decirlo, no la llamaré la Era Marvel de los Cómics, porque lo mío no es recompensar el robo. La llamaré la Era Jack Kirby de los Cómic.
Al decir esto, no quiero menospreciar el increíble trabajo de Stan Lee, Steve Ditko y muchos otros. También estamos en deuda con ello. Pero fue Jack Kirby quien definió el estilo y el método de todos los dibujantes que vinieron detrás. Hay un “Antes de Kirby” y un “Después de Kirby”. Una era no se parece a la otra.
El rey ha muerto. Y no hay sucesor al título, Nunca habrá nadie igual.
Y hoy tendríamos que honrar a muchos otros. Muchos. Demasiados. Los cómic tienen suficiente edad como para que hayamos perdido a la generación que dio forma al arte y la industria que homenajeamos esta noche. Nos legaron su ejemplo de los mejor que tiene nuestro pequeño y extraño rincón en el arte y la industria: su amor por los cómics.
La mayoría de ustedes y yo hemos sentido ese amor toda la vida. Y a nuestras familias, nuestros compañeros de colegio y simples conocidos les parece un poco antinatural ¿verdad? Siempre les ha sonado un poco raro ¿verdad?
Aguantad un rato. Mientras les hablo de Frankie Markham y de cómo me enamoré de los cómics.
Cuando estaba en el colegio, yo era un chico flacucho, la clase de chico que crece demasiado deprisa y se cae demasiado a menudo jugando a béisbol. Frankie Markham era mi Némesis. Frankie Markham era grande, malo y feo, y varios años mayor que yo. Un duro chico de campo, un matón. Debía de tener unos doce años. Ya saben a lo que me refiero. Un adulto.
Yo empecé queriendo ser Superboy. Mi madre fue tan amable como para hacerme un traje de Superboy y yo solía llevarlo debajo de la ropa de colegio. Solo me atrevo a reconocerlo ante un público como el de hoy.
Hasta que llegó el día en que tuve que dejar de ser Superboy. Fue el día en que Frankie Markham me abofeteo y le dio una paliza a mi amigo Craig. Le pegó tan fuerte que le arrancó su aparato de los dientes. Craig no paraba de sangrar y yo lloraba como un niño. Era lo único que podía hacer: llorar como un niño.
Había destrozado mi fantasía. Superboy hubiera aplastado a Frankie Markham o, como mínimo, hubiera utilizado su visión calorífica. Supe que ya no podía ser Superboy. Era el momento de crecer y crecí. Con un punto de vista nuevo, pragmático, hice lo más realista. Lo maduro. Lo adulto. Decidí que era Spiderman.
Spiderman también tenía problemas con los matones. Éstos le dejaban en ridículo delante de las chicas. Le insultaban. Pero él lo aguantaba todo, guardando el secreto de su increíble poder. Aguantaba y aguantaba, como yo. Aguantaba y aguantaba, hasta que…
Y ahora, llega el clímax de mi relato. Al menos eso me gustaría. Me encantaría decir que fui dando patadas al culo de Frankie Markham desde Vermont hasta Wisconsin, pero nunca lo hice. Nunca peleé con Frankie Markham y, de haberlo hecho, había perdido. Pero aprendí a enfrentarme a bravucones con mis puños y mi ingenio. Y Spiderman me ayudó. Gané valor, aprendí a controlar mis brazos y mis piernas, y me enfrenté a ellos. Así conseguí ganarme el respeto de Frankie Markham.
Y Spiderman me ayudó.
Años después volví a ver a Frankie Markham. Iba conduciendo mi propio coche, así que debía tener 17 años por lo menos. Conducía por una carretera secundaria de Vermont y allí estaba él, haciendo autostop. Lo recogí y lo volví a dejar en alguna otra carretera secundaria. En el camino, comentó que le habían dicho que me trasladaba a Nueva York y que quería convertirme en dibujante de cómic. Opinaba que era genial.
Bajó de mi coche y vi como se alejaba. Vi a Frankie Markham alejarse carretera abajo. Mi antiguo Némesis. De repente, me pareció pequeño y triste. A veces, aunque no muy a menudo, me pregunto que habrá sido de Frankie Markham.
Los cómics siempre han sido desesperadamente importantes para mí. Como refugio. Como inspiración. Como vehículo de mis fantasías. Como profesión. Sé que no soy el único, y menos en esta sala, en amar a los cómics por lo que son y lo que pueden hacer. Es ese amor el que creó esta industria.
Jack Kirby fue el mejor y más genial de una generación que puso tanto amor en sus páginas, que toda la industria creció en torno a él. Fue una generación sorprendente. Una generación épica ¡Cuando piensas en lo que llegaron a hacer…! Se abrieron paso durante la Gran Depresión. Este mismo mes estamos celebrando cómo desembarcaron en las playas de Normandía, derrotaron a Hitler y, casi literalmente, salvaron al mundo. Y en el camino, gracias a su generosidad, nos dieron los cómics.
Y ahora, tengo la suerte de ser una parte lo suficientemente importante de este juego, como para que me inviten a hablaros del futuro de los cómics. Y lo haré. Pero no se puede hablar del futuro de los cómics sin mirar al pasado. No hay forma de comprender adecuadamente donde estamos y hacia dónde nos dirigimos sin mirar de dónde venimos… y la historia está tan oculta por malas interpretaciones y francas mentiras, que quiero aclarar unas cuantas para que podamos entender bien las cosas.
La historia ha sido escrita por nuestro villanos demasiadas veces. Es muy importante que tengamos esto en mente porque, hasta hace muy poco, todo lo que había de bueno en los cómics lo era a pesar de las reglas del juego, no gracias a ellas. Hombres como Jack Kirby, Joe Shuster, Jerry Siegel, Wallace Wood y Steve Ditko, pusieron tanto amor en sus páginas, tanta alegría en nuestras vidas y tanto dinero en nuestras cuentas corrientes, que es fácil olvidar, demasiado fácil olvidar que fueron tratados de manera vergonzosa.
La nuestra es una historia triste y lamentable. Tenemos que tenerla muy presente en esta sal. Es una historia llena de vidas truncadas. De suicidios. De grandes talentos tratados como galeotes. Talentos a los que se le negó la autoría de lo que crearon con sus mentes y sus manos. Olvidados o tratados como algo molesto, mientras sus creaciones producían millones y millones de dólares.
Y, a pesar de todo eso, la industria se mantuvo viva por amor.
El amor que pusieron en cada página. Algo muy poderoso.
Debemos honrar a nuestros muertos y comprender nuestra historia. No podemos avanzar sin ver claramente de dónde venimos.
Malas interpretaciones. Francas mentiras.
Malas interpretaciones. Esto es así. Y nos ha costado caro. Los temibles años 50. Fredric Wertham. El mundo exterior.
Parece que no hay semana en la no me siente con mi Comic Buyer´s Guide y lea que alguien, en algún lugar, se queja amargamente del todopoderoso mundo exterior y advierta que nuestras aventuras se vuelven más peligrosas. Nadie nos persigue expresamente, pero hay un cierto olor a censura en el aire ¿verdad? Se ha armado mucho jaleo sobre Janet Reno, y Paul Simon, y Beavis & Butt-Head, ¿verdad? Y sabemos lo que pasó la última vez, ¿verdad? En los años 50, con Fredric Wertham y las audiencias del senado. Nos pararon los pies, ¿verdad?
(Continuará...)
1 comentario:
Gracias por compatir este texto.
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