"He dormido todo/un año,/o tal vez he muerto/sólo un tiempo,/no lo sé."

¿Por qué uno deja de leer cómics?.. Espera, seamos sinceros; el último cómic que leí no fue hace mucho tiempo, antes de cerrar este blog. Fue hace poco, muy poco. Fue un manga, no un cómic elegante europeo para estudiarlo toda tu vida trazo por letra o un cómic norteamericano atrapado en el molde eterno para la excitación de viejos adolescentes.


Leí como si ojeara la carta de una persona que dice recordarte, que vengas, pero tu no la ubicas en ningún pozo de tu mente enferma. Leí un manga, un cómic japones del hombre con un solo brazo, Mizuki: Operación muerte. Yo no sé nada de guerra pero conozco gente que ha estado involucrada en ella y no es lo mismo que escuchar la poderosa y melancólica voz en off en alguna película, no es lo mismo que leer un libro viejo como "Por quien doblan las campanas" y finalmente no es lo mismo que leer un cómic. La guerra es otra cosa que te muestra la ficción, de hecho que en Operación muerte hay un punto de quiebre en donde la guerra ya no importa. Simplemente no importa porque han surgido otras preguntas, muy urgentes:



"¿Es realmente justo?" De cientos de japones solo sobreviven 81. Lo saben, no están vivos realmente sino en el limbo o a orillas esperando al barquero. ¿Es justo esperar a la muerte disfrazado de burócrata militar que morir fortuitamente a metros de tu casa o agonizando en el cuarto del hospital? Sabe que la muerte viene con una carta y una pluma para escribir sus nombres. "¿Estamos realmente vivos?"

Antes de sobrevivir al suicidio masivo causado por el delirio del honor, todo lo que nos cuenta Mizuki es anecdótico, vivencial pero reflexivo con un toque de tristeza (el protagonista es un alter ego del autor, la obra es semi-biográfica). Se acerca el momento y los tambores suenan monstruosamente más fuertes, horribles... entonces, abruptamente suenan las notas lúgubres del piano que imitan y elevan el sonido de la naturaleza en donde están atrapados. Después de que los personajes sobreviven, los 81, es cuando realmente la obra de Mizuki vive. Ironía.

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